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¿Por qué a veces la actividad física nos da más flojera que una clase a las 7am?

  • 6 jun
  • 5 Min. de lectura

Por Paloma Alarcón Morales


No sé ustedes, pero cada vez que escucho "actividad física", lo primero que se me viene a la cabeza es educación física en la secundaria: calor, correr sin sentido, y un profe gritando que "¡si no sudas, no sirve!". Y pues sí, yo también fui de esos que preferían quedarse en las gradas con cualquier excusa, desde “me duele la cabeza” hasta “es que no traigo pants”. Pero conforme fui creciendo (y también cuando empecé a pasar más tiempo pegado a la computadora), me di cuenta de algo: el cuerpo también se queja, no hacer ejercicio de alguna manera nos hace daño.


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Este blog es básicamente una confesión, una reflexión y, por qué no, un intento de convencerte (y convencerme) de que movernos un poco no tiene por qué ser tan traumático. De hecho, puede ser justo lo que necesitamos como estudiantes.

 

El problema real: estar sentado TODO el día

 

Piénsalo: llegamos a clases, nos sentamos. Nos toca salir a comer y nos sentamos a esperar que sucede mientras comemos y hablamos con los demás. Luego llegamos a casa a hacer tareas o estudiar (sentados, obvio), o nos tiramos en la cama a ver series. Y si eres como yo, eso de ir al gym o salir a correr a las 6am simplemente no está en tu ADN.

 

Pero el punto no es volverse atleta olímpico, sino entender que estar todo el día inmóvil nos está pasando factura. Dolores de espalda, fatiga, falta de concentración, ansiedad... todo eso tiene que ver con la falta de movimiento. Hay estudios que dicen que moverse mejora la memoria, el estado de ánimo y hasta el rendimiento escolar. No sé ustedes, pero yo sí necesito ayuda con todo eso.

 

Actividad física


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Una de las cosas que más me costó entender es que “actividad física” no significa hacer ejercicio extremo. No tienes que convertirte en el próximo Cristiano Ronaldo para cuidar tu cuerpo. Actividad física puede ser caminar 20 minutos al día, bailar en tu cuarto, ayudar a mover cosas en casa, subir escaleras, jugar con tu mascota, andar en bici... lo que sea que implique moverse.


Y eso me hizo cambiar la perspectiva. Porque antes creía que si no iba al gym o no hacía una rutina de TikTok con abdominales imposibles, entonces no contaba. Pero sí cuenta. Todo suma. Incluso esos momentos en los que bailas solo cuando nadie te ve. (Sí, todos lo hacemos, no te hagas).

¿Y los beneficios? No solo son físicos

 

Nos ayuda muchísimo a estar sanos, estar tranquilos, tener mejor condición física. Y sí, eso es cierto, pero lo que a mí me sorprendió fue lo que hace por la mente. Un día estaba con mil tareas, me sentía sin ganas de nada y solo quería despejar mi mente. Solo caminé. No resolvió mágicamente mis problemas, pero volví con la cabeza más clara. Más tranquilo. Como si hubiera reiniciado el sistema.

 

La actividad física también es una especie de terapia. No sustituye hablar con alguien, pero ayuda a que todo pese menos. Te sientes con más energía, duermes mejor, y hasta te aguantas más las clases eternas. O sea, es como un hack para sobrevivir a la vida estudiantil.

Entonces... ¿Cómo empezar sin morir en el intento?

 

Aquí no hay recetas mágicas, pero te dejo algunas cosas que a mí me han servido para no rendirme al segundo día:

 

1. Hazlo divertido: si odias correr, no corras. Baila, camina escuchando tu playlist favorita, haz yoga, juega fútbol con tus amigos. Encuentra lo que disfrutes.

 

 

2. No hagas comparaciones: No te sientas mal si alguien sube a redes que hace 3 horas de ejercicio diario. Si tú hiciste 15 minutos hoy, ya ganaste.

 

 

3. Sé constante: no necesitas una rutina militar. Solo trata de moverte un poco cada día. Con eso ya estás mejorando.

 

 

4. Hazlo parte de tu rutina: como cepillarte los dientes o revisar el cel. Un hábito más.

 

El cuerpo

 

No quiero sonar como influenciar motivacional, pero de verdad, desde que empecé a moverme un poco más, me siento diferente. Me concentro más en clase, duermo mejor, y aunque me sigo quejando cuando tengo que subir escaleras, al menos ya no termino jadeando como si hubiera corrido una maratón.

 

Y sé que como estudiantes tenemos mil cosas encima: tareas, exámenes, trabajos en equipo, dramas personales, y uno que otro colapso existencial. Pero justo por eso ocupamos cuidar nuestro cuerpo. Porque si lo dejamos de lado, tarde o temprano se hace notar. Y no de la mejor manera.

 

Lo que nadie te dice: moverse también te conecta con los demás

 

Algo curioso que me pasó fue que, cuando empecé a ser un poco más activo, también me empecé a llevar mejor con otras personas. Suena raro, pero es verdad. A veces salía a caminar con un amigo que estaba igual de estresado que yo, y terminábamos hablando de la vida, de la escuela, de lo mal que nos fue en el último examen… esas caminatas terminaron siendo como mini terapias al aire libre.

 


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Otras veces, en vez de estar solo en casa viendo videos, me animé a jugar básquet con unos conocidos. No soy bueno, eh, pero fue divertido. Lo que me di cuenta es que hacer actividad física no solo es moverte, también es salir de tu burbuja.


Conoces gente, te ríes, haces equipo… Y eso, para los que somos medio antisociales o que nos cuesta conectar, es un plus.



Pequeños cambios, grandes resultados (aunque no lo parece al principio)


A ver, tampoco voy a mentir: hay días en los que simplemente no quiero hacer nada. Ni moverme, ni salir, ni fingir que soy una persona funcional. A veces el estrés, la flojera o el simple “no tengo ganas” ganan. Y eso también está bien. No se trata de exigirse perfecto todos los días, se trata de intentar. Lo que me he dado cuenta es que cuando empiezas a moverte poquito, y lo haces parte de tu vida, tu cuerpo como que te lo empieza a pedir. Como si dijera: “oye, ¿y nuestra caminata de hoy qué?”. Y eso, créeme, se siente bien.


Antes pensaba que para tener una mejor vida tenía que hacer miles de sacrificios. Pero no. Lo que más me ha funcionado es hacer cosas chiquitas, sin presión, sin metas imposibles. Hacer estiramientos mientras espero que se caliente la comida. Salir a caminar cuando estoy harto de estar encerrado. Son cosas mínimas, pero cuando las sumas todos los días, el cuerpo lo nota… y la mente también.


Así que si llegaste hasta aquí leyendo, gracias. No tengo todas las respuestas, ni soy un experto. Solo soy otro estudiante tratando de entender cómo cuidar su salud en medio del caos. Pero si hay algo que he aprendido, es esto: moverse un poco cada día puede ser el primer paso para sentirte mejor contigo mismo. No necesitas más.


Movernos también es una forma de cuidarnos


Así que no estoy para regañarte ni decirte que tienes que ser un culturista o alguien super WOW con su físico. Esto es solo una charla entre nosotros. Un recordatorio de que la actividad física no es un castigo, sino una forma de decirle al cuerpo: “gracias por aguantarme”. Tal vez no corramos maratones, pero sí podemos dar pequeños pasos. Y eso, créeme, ya es bastante.


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