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Lo que no ves en la cooperativa… también puede enfermarte

  • 7 jun
  • 5 Min. de lectura

Por Paloma Alarcón Morales

Por: Un estómago que aprendió a la mala

 

Si hay algo que todos los estudiantes hemos vivido, es ese momento sagrado cuando suena el timbre del receso y salimos disparados a la cooperativa como si no hubiéramos comido en días. No importa si vendan tortas, papitas, burritos, hot dogs o “aguas de quién sabe qué”... la cooperativa es la salvación, el oasis, el premio después de aguantar una clase eterna.

 

Pero casi no hablamos de higiene. Y no solo de la comida que venden, sino también de cómo la manejan, cómo la preparan y cómo nosotros la consumimos. Porque seamos honestos: ¿Cuántas veces hemos comprado algo sin preguntarnos si realmente está limpio o si esa mayonesa lleva cuatro horas bajo el sol? Exacto.


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Entre antojos y bacterias: lo que pasa detrás del mostrador

 

Una vez, intenté ser saludable comprando una ensalada. Tenía buen aspecto… hasta que al tercer bocado noté un sabor raro. No le di importancia, hasta que, horas después, terminé con dolor de estómago nivel “no quiero volver a confiar en nadie”. Resultado: intoxicación leve. Culpable: probablemente un cuchillo mal lavado o fruta mal refrigerada.

 

Y no es por espantar, pero ese tipo de cosas pasan más seguido de lo que crees. La higiene en la preparación de alimentos es clave, pero muchas veces, por rapidez o por descuido, se omiten pasos básicos: lavarse bien las manos, mantener los ingredientes frescos, usar utensilios limpios, tapar la comida, o incluso llevar el cabello recogido. Son detalles pequeños, pero marcan la diferencia entre una comida sabrosa… y un día entero en el baño.


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¿Y nosotros? También tenemos parte de culpa

 

Sí, porque no todo es culpa de quien vende. ¿Te has lavado las manos antes de comer en la escuela? ¿Evitas dejar tus alimentos abiertos en la mochila por horas? ¿Te fijas en si el vendedor usa guantes o maneja el dinero y luego toca tu comida sin limpiarse? A veces, por hambre o por prisa, pasamos todo eso por alto.

 

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Hay quienes ni notan la suciedad de las cosas. Y ni hablemos de compartir botellas o morder del mismo lado del pan con alguien más (sí, muy de compas… pero también muy de microbios). La verdad es que aprender a cuidar lo que comemos es una forma de cuidarnos a nosotros mismos y también a los demás.






Y la cooperativa? ¿Ángel o amenaza?


 La mayoría pensamos que solo se vende comida chatarra, aunque en la actualidad se busca ofrecer alimentos sanos. Hay cooperativas que se esfuerzan por ofrecer opciones sanas, frescas y bien preparadas. Otras… bueno, dejan mucho que desear.

 

Debemos tener mejores prácticas. Si vemos que no hay gel antibacterial, que no usan guantes, o que los alimentos están al aire libre sin protección, tenemos derecho a decirlo. Y no por quejas locas, sino por salud. Porque al final, todos merecemos comer bien y con seguridad.

 

 

Tips para no arriesgar tu estómago (ni tu vida social)

 

Ahí van unos consejos básicos, directos y sin rollo:

 

1. Lávate las manos antes de comer.

 

2. Fíjate en cómo manejan la comida. Si ves que alguien cobra con una mano y te entrega el taco con la otra… piénsalo dos veces.

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3. Evita lo dudoso. Si algo huele raro, se ve seco, o parece olvidado en el tiempo… déjalo pasar.

 

4. No compartas comida ni bebidas boca a boca. La confianza está bien, pero los virus no saben de amistad.

 

5. Lleva tu propio lunch de vez en cuando. Así tienes el control de lo que comes, y puedes ahorrar un poco de paso.


Cuidemos lo que comemos

 

A veces creemos que la salud está en cosas grandes: ir al doctor, tomar vitaminas, hacer ejercicio. Pero también está en los hábitos pequeños del día a día, como elegir bien lo que comemos y cómo lo hacemos. Y más si estamos en un entorno donde, por rapidez o costumbre, se descuida la higiene sin darnos cuenta.

 

No se trata de dejar de comprar en la cooperativa o vivir con miedo. Se trata de estar atentos, informados y tomar decisiones más conscientes. Porque, sinceramente, ningún antojo vale una intoxicación, y ningún sándwich mal preparado debería arruinarte el día.

 

¿Y si hacemos que la cooperativa sea un lugar más saludable (y cool)?

 

Mira, no todo tiene que ser prohibiciones ni menús súper estrictos. A veces cuando se habla de “comida saludable” en la escuela, muchos se imaginan que van a quitar las papitas, los refrescos, los nachos con queso, y que solo nos van a dejar comer zanahorias tristes. Pero no se trata de eso. Se trata de encontrar un equilibrio: que haya opciones ricas, accesibles y limpias.

 

¿Qué tal si en lugar de quitar, se empieza a agregar? Jugos naturales, cosas más saludables, tipo cosas que sean más sanas y fáciles de cocinar, todos podemos ayudar a armar un menú que sea del agrado de la mayoría,  comida diferente.

 Hay formas de hacer que lo saludable también sea sabroso y vendible. El problema es que pocas veces se intenta.

 

Y claro, esto también tiene que ver con nosotros como estudiantes. Porque si nadie compra lo sano, ¿para qué lo venden? A veces la cooperativa pone una opción más nutritiva, pero se queda ahí, sola y abandonada mientras todos van por la hamburguesa bañada en kétchup misterioso. Así que parte del cambio también es cultural: si queremos mejoras, hay que apoyarlas.

 

La idea loca pero no tanto: que la cooperativa la manejemos entre todos

 

Ok, puede sonar utópico, pero ¿te imaginas una cooperativa donde estudiantes, maestros y padres colaboren para ofrecer comida rica y segura? Un lugar donde podamos proponer ideas, revisar que haya higiene, etc.

No se necesita montar un restaurante cinco estrellas. Bastaría con tener reglas claras, capacitaciones básicas de manejo de alimentos, y voluntad de que las cosas se hagan bien. En muchos lugares, hay escuelas que lo han logrado.


Además, sería una buena oportunidad para aprender otras cosas: administración, trabajo en equipo, salud alimentaria… cosas que sí nos sirven para la vida real. Y todo mientras evitamos el clásico mal del “me cayó pesado el burrito de la cooperativa”.

 

Un cierre entre antojos, conciencia y responsabilidad

 

Porque sí, la comida en la escuela es parte de nuestra rutina, pero también puede ser parte de nuestro bienestar. No hay que ver la higiene como algo aburrido o exagerado, sino como una forma de hacer que eso que tanto disfrutamos (comer, básicamente) no termine en tragedia estomacal.

 

Ser conscientes de lo que comemos, apoyar una cooperativa más limpia, pedir mejores prácticas, y cuidar lo que llevamos a la boca… no es tan complicado como suena. A veces, el verdadero cambio empieza cuando dejamos de ver la salud como una obligación, y empezamos a verla como un acto de respeto hacia nosotros mismos.

 

Así que la próxima vez que pidas tus papas favoritas, échales salsa… pero también échales una mirada crítica. Porque una cooperativa bien llevada no solo alimenta, también cuida.

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